
Martes 08 de Septiembre de 2009
El cine de Pablo Fendrik: una búsqueda de energía
El cine del realizador argentino Pablo Fendrick, en el que se exploran mundos claustrofóbicos llenos de adrenalina, ha estado activo en el circuito de festivales durante los últimos años. En México, La sangre brota (2008), su más reciente filme formó parte de la edición 29 del Foro Internacional de la Cineteca, y durante septiembre será exhibido en Cineteca Nacional, junto a El asaltante (2007), su ópera prima, y los cortometrajes Mala sangre y Full Time, All the Time.
Con motivo de su exhibición exclusiva en Cineteca, se realizó la siguiente entrevista telefónica con Pablo Fendrik.
En El asaltante (2007) y La sangre brota (2008), está presente un mundo muy agresivo, duro y sórdido, ¿qué intentas desarrollar o qué buscas en estas temáticas?
Más que nada, algo que me haga reaccionar a mí también. Son temas y son mundos que a mí me resultan atractivos y con los que de alguna manera siento que tengo afinidad o sintonía. Lo que busco ahí probablemente sea energía: parece que en todo choque y en toda conflagración hay mucha energía; de alguna manera, ésta se desprende desde la pantalla y llega a la gente que lo está viendo, de diferentes formas.
En ambos filmes vemos a un mismo grupo de actores, ¿por qué la elección de éstos y cómo trabajas con ellos?
Sí, se repiten algunos. La verdad es que trabajo con los actores que voy conociendo en diferentes situaciones. A ellos los conocí en el teatro, en obras que yo estaba viendo en esa época y me gusta mucho la idea de trabajar con ellos porque son actores de verdad, digámoslo así. Son personas con herramientas, gente con la que uno puede entenderse y establecer un código de director-actor que para mí es muy útil, muy conveniente y muy bueno para trabajar. Pero no puedo trabajar con no actores, con gente de la vida real, porque carezco de esa sensibilidad; como ustedes, que en México tienen directores muy grosos como (Carlos) Reygadas o Amat Escalante que trabajan con no actores y hacen cosas brillantes con ellos. Para mí es muy difícil establecer contacto con no actores a la hora de hacerlos actuar.
¿Tus películas están realizadas en digital o en filme?
La sangre brota está hecha en filme y El asaltante está hecha en digital, pero esta última fue un ejercicio, ni siquiera consideraba en ese momento que era una película. En realidad cuando filmamos El asaltante, la relación de material era como si fuese 35 mm. Yo no filmo mucho, no repito muchas veces las tomas; cuando tenía el video filmé muy poco, fue poco más de lo que se ve en la película y luego con La sangre brota fue más o menos lo mismo, si bien tenía mucha película (porque pedí bastante), no la gasté en repeticiones sino en variantes, filmamos una escena de una forma y luego de otra.
En tu obra usas planos muy cerrados, como close ups e inserts, ¿Por qué el uso de estos recursos?
Tiene que ver con esa forma de filmar, con la forma de apretar el encuadre y eliminar la profundidad de campo. Tenía que ver con combinar lo audiovisual a esta sensación de encierro que tenían que sufrir los personajes, también con la cuestión de estar muy encima de ellos y asfixiarlos, acompañar esa sensación de que están sin salida y de que están comprimidas sus vidas; de hecho en las dos películas, el tiempo que se abarca es muy corto: en El asaltante es una mañana y en La sangre brota es un día nada más, entonces todo tiene que ver con eso, con propuestas globales de estética y narrativa. Cuando uno decide fragmentar, esta idea se va esparciendo a muchos aspectos, como fragmentar el montaje o el encuadre; y ahí te vas a la lógica del plano detalle, la utilización del macro, de cuál es el mínimo detalle o movimiento, cuál es la pequeña partícula que me habla mejor de este mundo o me representa mejor este momento. Es eso.
¿Quién ha influido en tu forma de hacer cine?
En el momento que estaba preparando La sangre brota, Cassavetes y Scorsese eran referentes importantes. Principalmente ellos dos, pero son cosas que van variando, yo no tengo un top ten de directores favoritos, ni de películas favoritas, son afinidades que van variando según épocas de la vida o diferentes necesidades de conexión. En esa época eran ellos, ahora ya ni siquiera miro esas películas, estoy interesado en otras cosas.
El asaltante estuvo en la semana de la crítica de Cannes en 2007 y La sangre brota en 2008, ¿cómo fue la respuesta en ambos años?
Pues muy bien. El primer año yo no entendía lo que era Cannes, llegamos y nos encontramos con un montón de personas que nos trataron divinamente y a quienes parecía gustarles mucho la película. A mí me parecía un poco difícil de entender de dónde había salido toda esa gente que venía a ver la película o por qué había causado tanta curiosidad, la verdad es que es una enorme satisfacción. En el segundo año ya sabíamos qué esperar, fuimos a competir y a trabajar y la experiencia ya nos había cambiado mucho; también fue muy satisfactoria, pero estuvo llena de trabajo y de sus consecuencias. Por otro lado la película fue la primera, un domingo en la mañana y dos horas antes ya había cola, la sala estaba llena, se quedó gente afuera, fue una cosa increíble; y eso nos tomó completamente por sorpresa, no pensé que una película tan chiquita como El asaltante pudiera generar tanta expectativa en lo que fuera el siguiente trabajo del tipo que hubiera hecho esa película, o sea yo.
¿Cuál es la perspectiva que tienes del cine latinoamericano actual?
Parece estar creciendo. Da la impresión de que están apareciendo nuevas cinematografías que antes no existían, como el caso del boom del cine chileno y de países centroamericanos. Está buenísimo ver de qué está hecha esa gente y esos directores, qué es lo que tienen para contar y cómo lo están contando, es excitante ver cómo aparecen nuevas cinematografías; también ver en qué momento se encuentran las cinematografías un poco más desarrolladas, como puede ser la nuestra (Argentina) o por supuesto la mexicana, siempre es muy bueno ver hacia dónde van evolucionando. Las cinematografías más pequeñas tienden a ser más homogéneas; en la cantidad empiezan a aparecer cosas, como en el cine mexicano donde hay directores de todo tipo, y en Argentina pasa lo mismo, así que hay que estar atento, porque siempre aparece gente muy grande.
¿Qué crees que tengan en común las cinematografías argentina y mexicana?
Lo que pueden tener en común es el nivel de sofisticación que puede haber en ambos cines. Son dos culturas que por diferentes influencias y diferentes evoluciones tienen un nivel parecido de sofisticación intelectual y artística y también son culturas complejas y con cierto ejercicio en el desarrollo y la exposición de sus culturas; eso les quita cierta ingenuidad o cierta inocencia que a veces es común en otras culturas menos desarrolladas, eso inevitablemente produce una corrupción. Cuando veo una película mexicana siento que hay ahí una energía, un poder y una inteligencia con la que me puedo identificar y con la que puedo resonar, y no me pasa lo mismo con otras cinematografías latinoamericanas.
¿Qué significa para ti que tus películas estén en la Cineteca Nacional de México?
Es todo un privilegio, no conozco personalmente la Cineteca, pero asumo que es un lugar privilegiado para estar. A la distancia, el que puedan estar mis filmes con ustedes y que cualquier persona que quiera se pueda acercar y verlos, me hace estar bastante contento.
Julio César Durán
Cineteca Nacional