Jueves 31 de Julio de 2025

BREVE HISTORIA DEL CINE DE HORROR JAPONÉS: UNA CONFERENCIA DE CINETECA NACIONAL EN COLABORACIÓN FUNDACIÓN JAPÓN

 

En marco del ciclo Maestros del cine de terror japonés de Cineteca Nacional en colaboración con la Fundación Japón en México, el Mtro. Salvador Velasco presentó la conferencia gratuita Breve historia del cine de horror japonés. La sesión fue un recorrido a través de las cintas proyectadas en el ciclo que ha sido un éxito entre las audiencias del recinto de Xoco.

El horror japonés es un género muy rico y complejo; lo que inició con historias de fantasmas tradicionales (yūrei y kaidan) en los años 50, más adelante se mezcla con el body horror y las ansiedades humanas de la modernidad. Un ejemplo del terror tradicional es Yotsuya Kaidan (1959), de Nobuo Nakagawa, película donde una mujer sale de su tumba para cobrar venganza del hombre que la asesinó: su marido. 

Considerada por Velasco como la primera película de horror de este estilo es Jigoku (1960) de Nobuo Nakagawa. Esta cinta pone todo su empeño en mostrar un gore rustico, marcado por las capacidades técnicas y por la época. También propone una representación extraordinaria sobre los infiernos budistas con tintes dantescos. Es, también para el profesor, el filme que da inicio a uno de los géneros de horror más importantes: el body horror.

Más adelante en la década de los 60 toma lugar lo que conocemos como la nueva ola del cine japonés. Un cine más crudo, con más violencia y sexualidad; uno que representara a los jóvenes tal cual son, sin que los idealizaran como anteriormente había sucedido. Influenciados por el jazz y las artes experimentales, hecho por jóvenes rebeldes para jóvenes rebeldes. Algunas películas destacadas en esta etapa: Kwaidan (Masaki Kobayashi, 1964), Onibaba (Shindo Kaneto, 1964) y Tanin no kao (Hiroshi Teshigahara, 1966); todas incluidas en la semana de horror japonés proyectadas en 35mm en Cineteca Nacional México.

Los años 70 representan una caída de la industria cinematográfica en Japón debido al éxito de la televisión, por lo que se enfocaron brevemente en el cine de adultos conocido como Pinku Eiga. Más adelante llega al rescate el V cinema, es decir, el videohome japonés. El cual trajo una revolución en el cine de horror durante los 80 y un nuevo tipo de género en el cyberpunk y body horror japonés. Una evolución identificada en títulos como Tetsuo (Shinya Tsukamoto, 1989) y 964 Pinocchio (Shozin Fukui, 1991).

El J-Horror es una corriente que surge entre el siglo XX y XXI cuando revive la industria del cine japonés y se convierte en un éxito comercial y uno de los productos culturales más exportados como Ringu, (Hideo Nakata, 1998), Ju-on (Takashi Shimizu, 2002), Dark Water (Hideo Nakata, 2002) y Audition (Takashi Miike, 1999), Pulse (Kiyoshi Kurosawa, 2001) y Cure (Kiyoshi Kurosawa, 1997). Esta etapa  busca combinar a los fantasmas y monstruos tradicionales japoneses mezclándolos con problemas y ansiedades de la soledad japonesa.

Otras obras destacables son Battle Royale (Kinji Fukasaku, 2000), cinta que le da nombre a un género completo de videojuegos, pues muestra la historia de cuarenta estudiantes que se matan entre ellos, peleando por el mismo puesto en una empresa. También destaca La casa negra (Kuroi ie, 1999) que pone en pantalla un estilo del terror que involucra la dinámica de agencias de seguros.

En el público se despertó la curiosidad por lo que tiene que mostrar el cine japonés más allá del terror. Se mencionaron los paralelismos culturales que podemos encontrar entre México y Japón, incluyendo el gusto por las luchas.

El cine de horror japonés sigue creciendo como un producto cultural que despierta gusto y admiración alrededor del mundo. Una disciplina que continúa explorando los miedos humanos más profundos y nos inquieta y asusta de formas antes desconocidas.