Viernes 21 de Julio de 2017
Tatiana Huezo charló sobre la presencia autoral del documentalista en la Cineteca Nacional
"No existe una receta para que el argumento de un documental surja, pero el vínculo que uno tiene con los temas es el primer paso para iniciar", aseguró Tatiana Huezo en una sesión más del ciclo Conversando con nuestros cineastas. La charla tuvo lugar después de la proyección de su ópera prima, El lugar más pequeño (2011), cinta documental que, a través de una óptica sobre la sanación, se instala en la región de Cinquera para abordar la guerra fratricida que dejó más de 80,000 muertos en El Salvador.
Sorprendida por el cálido recibimiento del fórum en la Sala 4 Arcady Boytler, Huezo conversó acerca de su incipiente trayectoria como documentalista este jueves 20 de julio en la Cineteca Nacional, recinto en donde confesó haberse enamorado del cine al asistir religiosamente a la Muestra Internacional que se celebra año con año. "Fue aquí donde, acompañada de mi madre, me dije a mí misma: 'contar historias es lo único que quiero hacer en mi vida', y es lo que hago", mencionó.
Con respecto a la realización de su filme debutante, señaló que fue un proceso difícil que duró cinco años. "Conseguir el financiamiento fue muy difícil, hasta que el Centro de Capacitación Cinematográfica, la escuela donde estudié por ocho años, me concedió una beca para iniciar el proyecto". Asimismo, compartió que el motor para filmar esta pieza de no ficción fue la necesidad de confrontar la historia de sus raíces salvadoreñas: "después de tener siempre un agujero de esta pérdida a distancia, necesitaba entender qué había pasado".
En ese sentido, la documentalista expresó que "el dolor que emerge por la guerra es igual en cualquier cultura. Significa el mismo dolor. En mi experiencia, esta cinta ha tocado a muchos espectadores alrededor del mundo, golpea igual a todas las personas". Afirmó que por eso resulta muy importante que un cineasta no se deje llevar por el sentido estético: "la belleza detrás de las historias no debe estar hueca".
Retrato de familia, su primer mediometraje -el cual aborda la mecánica interna de una relación bígama que habita en una región veracruzana- fue la semilla que la impulsó a continuar la línea documental en sus producciones: "Me enamoré de cómo uno entra en la vida de los otros. Ahí me enganché para siempre". Para ella, hacer cine es su manera de sanar: "es una terapia, en este proceso uno mastica el dolor, pero luego lo limpia".
Huezo -ganadora en dos ocasiones del Ariel de Plata por sus largometrajes- detalló las características de su proceso de producción. "Antes de comenzar el rodaje reflexiono mucho sobre los elementos narrativos y estéticos para contar la historia y, lo más importante, me propongo a rodar lo necesario; de lo contrario, la mirada se relaja y deja de ser aguda, se pierde el foco". Indicó que este hábito lo aprendió durante su experiencia como editora, en donde se complejizaba la labor al tener un exceso de horas de grabación.
Al inicio de su proyecto, la directora recibió una suerte de críticas debido a los estigmas que existen acerca del cine de no ficción: "me decían que los documentales no venden, que son aburridos. Por eso quise experimentar con El lugar más pequeño, pensaba que sería mi primera y última producción". Además, resaltó que su propósito como cineasta nunca ha sido político; sin embargo, afirmó que los documentales siempre lo son, pues reflejan la postura de su autor de forma implícita.
"En el cine tienes que ser terco con lo que quieres proyectar y, aunque no puede cambiar la realidad, sirve como un puente para caminar encima de ella". En ese sentido, su móvil como documentalista es que la cinta se quede en la cabeza del espectador, que lo inquiete y sobre todo lo invite a cuestionar su entorno.
AGO