Lunes 27 de Julio de 2009
Experimentación musical acorde a lo visual, en las dos funciones de El Hombre de la cámara
El cineasta soviético Dziga Vertov creó en 1929 El hombre de la cámara, un documental experimental que ocho décadas después se fusionó a la perfección con la propuesta musical de Alejandro Otaola, dentro del ciclo Bandas sonoras, organizado por la Cineteca Nacional y la estación Interferencia 7DIEZ del Instituto Mexicano de la Radio.
Tras dos sábados en que la Sala 3, Fernando de Fuentes, de la Cineteca fue abarrotada por cinéfilos y melómanos -Los Gatos musicalizaron Nosferatu, de Murnau, y Alonso y Chema Arreola hicieron lo propio con El chico, de Chaplin-, Alejandro Otaola e invitados accedieron a dar una segunda función el mismo sábado 25 de julio. Las localidades para ambas se agotaron durante la lluviosa tarde.
Antes de comenzar la primera función, Otaola dio una breve introducción a la película que el público estaba a punto de ver: una sucesión de imágenes de narrativa nada convencional, sin personajes principales, sólo un camarógrafo y el entorno que iría capturando en su camino, desde la vida cotidiana hasta secuencias en apariencia surrealistas.
El Ensamble de Cámara Acción -creado por Otaola ex profeso para la ocasión- afinaba para comenzar. Integrado por Chema Arreola (aún prendido por su participación en el ciclo el sábado anterior), en la batería y las percusiones electrónicas; Carlos Maldonado en el bajo; los saxofonistas Daniel Terrazas y Daniel Zlotnik, y los flautistas María Emilia Martínez y Luca Ortega, todos de probada experiencia en proyectos como The Mars Volta, Los Dorados o San Pascualito Rey.
Otaola en el piano y la guitarra eléctrica, también se encargaba de dirigir al ensamble para una correcta ejecución de su propuesta que incluía tanto música nueva como fragmentos de su disco solista Fractales, cabalmente adaptados para darle ritmo, coherencia y sentido a las imágenes en movimiento.
La ejecución del ensamble fue impecable, por algunos momentos estrepitosa, y por otros de total calma. La mezcla de rock, jazz y música experimental dio como resultado un score que parecía haber sido comisionado por el propio realizador. Y precisamente ésta fue una de las ideas de Otaola: utilizar una dotación musical que pudo haber existido durante la década de los años veinte del sigo pasado.
En la segunda función, que también fue precedida de la introducción de Otaola y de la presentación de los músicos, recibidos todos con una gran ovación, el resultado fue aún más conciso. La interpretación culminó justo cuando la película anunció su final.
Alejandro Otaola, integrante de proyectos como Santa Sabina y San Pascualito Rey, supo siempre dirigir al ensamble, individualmente y en su conjunto. Nunca un instrumento opacó a otro; todo fluyó al ritmo que la película exigía. De repente surgía el caos sonoro cuando las imágenes frenéticas lo exigían, pero fue un caos ordenado, en armonía con lo que el público observaba en pantalla.
El ciclo Bandas sonoras finaliza el próximo sábado 1 de agosto a las 19:00 horas, con la proyección de Metrópolis, de Fritz Lang, la cual será musicalizada por Yokozuna.
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Jesús de León
Fotos: Orianna Paz y Saúl Reséndiz
Cineteca Nacional