Lunes 03 de Agosto de 2009

Yokozunópolis

A las 11:30 de la mañana del sábado 1° de agosto, apenas una hora después de que abrieron las taquillas de la Cineteca, se agotaron las entradas para la función de Metrópolis con música en vivo de Yokozuna, programada a las 7:00pm en la sala 3, Fernando de Fuentes, cuyas 560 butacas se quedaron cortas ante la demanda de lugares.

Los boletos volaron en las taquillas como Yokozuna en la sala de cine. Imagínenlo en el sentido figurado: Yokozuna tocó música para volar... y en serio nos hizo volar... ¡pero dentro de un tornado de expresionismo sonoro!!

José Antonio, el más corpulento de los hermanos Tranquilino, le tundió fuertísimo a la batería, mientras Arturo, el mayor en edad pero menor en talla, hizo de su guitarra un par de alas que elevaron la interpretación al nivel que exigía Metrópolis.

Suena raro pero es cierto: Yokozuna, un dúo mexicano de rock duro, viajado, de largo aliento, logró darle un delirante giro de actualidad a este filme alemán de 1927. Metrópolis, lo digo como un clavado del rock y del cine, se vio tan poderosa y vigente como la banda sonora que la acompañó durante sus dos horas de duración.

Musicalizar en vivo una película muda, dirigida por el célebre Fritz Lang, considerada un clásico del expresionismo alemán y que tiene el rango de "Patrimonio de la humanidad", es un reto que no cualquiera se lo avienta.  Y hacerlo con menos de treinta días de anticipación, digámoslo suave, es una verdadera hazaña.

El mejor adjetivo para calificar el acto de Yokozuna es: "a p a s i o n a d o". Aunque tengo otro epíteto que lo sintetiza bien: "i n t e n s o". Según Arturo Tranquilino: "(musicalizar una película en vivo) es mucho más cansado, desde el punto de vista emocional, que tocar durante dos horas seguidas... Es como si te metieras dentro de la película... ¿sabes?" Así lo dijo al término de la función.

Yokozuna se enfrentó a la película dando la espalda al público. O sea, le entró al toro por los cuernos. Y la verdad dio un gatillazo de altísimo voltaje que nos dejó zumbando como abejas en Red Bull. Y eso, por sí solo, es motivo de aplauso.

Digamos que el sábado pasado hubo un singular y alegre maridaje entre Metrópolis y Yokozuna. Fueron ying-yang, aunque con sus pequeños tropiezos. Hubo un par de momentos en los que Lang enseñó músculo y los músicos se desconectaron; sin embargo, al final de cuentas puedo afirmar que en lo general Yokozuna hizo una excelente sonorización de Metrópolis.

Los hermanos Tranquilino casi no quitaron la vista de la pantalla. Se entregaron a la película. Tocaron piezas ensayadas e improvisaron sobre la marcha. José Antonio, que se movía entre piano y batería, terminó empapado en sudor. Y el público, desde chavos de doce años hasta viejos cinéfilos deschavetados (qué público tan cordial y variopinto el de la Cineteca), vivió una experiencia cinematográfica-musical tan atípica como irrepetible.

Todo parece indicar que pronto habrá una segunda temporada del ciclo Bandas sonoras: cine mudo a ritmo de rock, y que en septiembre lo naco será chido en la Cineteca, parafraseando el título de la
película de Sergio Arau sobre Botellita de Jerez.

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Roberto Garza Iturbide

Fotos: Saúl Reséndiz

Cineteca Nacional