Viernes 01 de Marzo de 2019

La meticulosidad artística en el género de épicas bíblicas

 

 

El género de épicas bíblicas, que tanto impacto comercial tuvo en el cine de Estados Unidos durante su época dorada, fue motivo de debate en la última sesión de Clásicos del cine de oro de Hollywood, que se llevó a cabo el miércoles 27 de febrero de 2019 en la sala 4 de la Cineteca Nacional.

 

Con directores como Cecil B. DeMille y Mervyn LeRoy filmando respectivamente Los diez mandamientos (The Ten Commandments, 1956) y Quo vadis (1951), el género se caracterizó por su monumental producción, donde se recreaban enormes escenarios y se utilizaban cientos de extras, con diseños de arte elaborados y vestuarios detallados. "La meticulosidad de su producción es lo que más se aprecia en estas películas", explicó el historiador David Maciel.

 

Expresando emoción al presentar la película representativa del género, Maciel comentó que Ben-Hur (William Wyler, 1959) es la culminación de una serie de proyectos que significaban grandes riesgos para las casas productoras del momento (en este caso, la Metro-Goldwyn-Mayer), pero usualmente representaban ganancias millonarias en taquilla.

 

Basada en el libro Ben-Hur: una historia de Cristo (Ben-Hur: A Tale of the Christ, 1880) del autor Lew Wallace, Ben-Hur sitúa su escenario durante la época de Jesucristo, narrando la historia de Judah Ben-Hur, un príncipe judío que es traicionado por un romano y puesto a la merced de la esclavitud para después recuperar su libertad y volver por venganza.

 

El libro de Lew Wallace ya había sido adaptado en 1925 por el director Fred Niblo durante la época silente. William Wyler se dio a la tarea de revivir la historia de forma majestuosa en technicolor. "El estudio MGM se lo jugó todo por lo caro; se subía cada vez más el presupuesto, nunca habían construido las instalaciones que construyeron para el filme, instalaciones extraordinarias", comentó Maciel.

 

"Lo clásico de las épicas es la combinación de historia reales y ficticias, pero con un trasfondo conmovedor, de añoranza por épocas pasadas y figuras religiosas importantes", subrayó.

 

Con una producción que duró tres años, el filme recogió once Premios de la Academia y, a la fecha, sigue siendo ejemplo de las grandes casas productoras de Hollywood, que año con año apuestan millones de dólares en proyectos variados.

 

Con esta película se cerró el ciclo Clásicos del cine de oro de Hollywood, por lo cual David Maciel agradeció profundamente a los asistentes que semana con semana participaron en el diálogo que abrían las películas exhibidas, así como también a la Cineteca Nacional por otorgar un espacio de análisis fílmico y apreciación cultural.