Miércoles 13 de Marzo de 2019
El rezago nostálgico en el cine de Ignacio Ortiz
"El cine es nostálgico por naturaleza; el tiempo que tú te paras mientras miras un atardecer en el mar o donde sea, la única manera de revivirlo es en el cine porque lo vuelves a proyectar y la vida no se vuelve a proyectar", comentó el cineasta Ignacio Ortiz durante una nueva sesión de Conversando con nuestros cineastas, que se llevó a cabo el 7 de marzo de 2019 en la sala 4 de la Cineteca Nacional.
Su ópera prima, La orilla de la tierra (1994), cuenta la historia de un pueblo donde no pasa nada, donde los hombres emigran al extranjero a la menor oportunidad y las mujeres son abandonadas con la esperanza eterna de su retorno. Mientras tanto, Andrés y Gregorio llegan al pueblo buscando tesoros y se encuentran a Matilde sola, ya que las demás mujeres huyeron cansadas de esperar el regreso de sus hombres.
La añoranza por el hogar que apesadumbra al alma humana, contrapuesta con la incisiva ambición de abandonarlo todo en busca de un mejor futuro, es explorada en el filme de Ortiz, quien explicó al moderador y también realizador Juan Antonio de la Riva que su cinta no es necesariamente autobiográfica, pero toma muchas de las inquietudes que tenía de joven.
"Yo no puedo empezar a escribir una historia si no hay un lugar que me toque -explicó el director-, y yo conocía muchos lugares en pueblos porque trabajé en un cine ambulante, pero también a partir de leer a [Jorge Luis] Borges y Las mil y una noches se crearon dos pilares que cimentaron mi ópera prima: la locación y la inspiración literaria."
Luego de abandonar la carrera de medicina antes de su titulación para perseguir un sueño que aún no se gestaba mientras daba apoyo económico a su esposa e hijos, el acercamiento inicial de Ignacio Ortiz al mundo del cine ocurrió en tiempos cuando sólo había de cuatro a seis producciones al año y entrar a las escuelas era todavía más difícil.
"Hay un rezago en aquellos que lo abandonan todo o sacrifican muchas cosas por perseguir un sueño", comentó de la Riva, contraponiendo la experiencia de vida de Ortiz con la naturaleza nostálgica de su filme, en donde también se experimenta con elementos fantásticos, logrando una especie de "neorrealismo mágico", como lo llamó el mismo de la Riva.
Por la utilización de esos elementos, la nada convencional formalidad con la que fue filmada y la narrativa inspirada en Juan Rulfo, la película logra exponer una alegoría de la vida en provincia y de la personalidad de aquellos pueblos perdidos en el mapa que se sienten en el fin del mundo, alegoría que se presenta a veces con humor, pero nunca faltando al respeto de sus personajes ni del público, con diálogos que se mezclan con poderosos silencios que sólo le dan más atmósfera a su entorno. "El diálogo en el cine es parte de la banda sonora y sólo lo utilizaremos de la manera que sea dramáticamente necesario", finalizó en cineasta.
Conversando con nuestros cineastas continuará con el trabajo del director todo marzo, proyectando Cuentos de hadas para dormir cocodrilos (2002) el día 14, Mezcal (2006) el 21 y El mar muerto (2010) el 28. Todas las charlas serán a partir de las 18:00 horas con entrada gratis solicitando cortesías en taquilla 5.