Martes 09 de Marzo de 2010

Bruno Dumont en la Cineteca Nacional

Uno de los cineastas que puso de moda el minimalismo en el cine desde finales de la década de los años noventa es el francés Bruno Dumont, quien visitó nuestro país para promover el estreno de su más reciente película, Hadewijch, entre la fe y la pasión (2009).

Acompañado por la protagonista del filme, Julie Sokolowski, Dumont estuvo presente en la premier de dicha cinta, el pasado 1 de marzo en la Cineteca Nacional, donde también se exhibe un ciclo integrado por sus cuatro largometrajes anteriores.

"Actualmente existen personas que en nombre de su amor a Dios acceden a la violencia y al terrorismo, y esto plantea muchas preguntas", comentó Dumont al referirse al tema abordado por él en Hadewijch, filme que narra un momento en la vida de una fanática religiosa.

"Hadewijch es una película que no da respuestas; es una búsqueda. Intenta entrar en la mente de la protagonista. Es una cinta totalmente centrada en el poder de la gracia, que se mezcla con la violencia. Es muy impactante, y los dos -él y la actriz­- estamos dentro de este impacto. La relación entre el amor y la violencia es una cuestión sobre la que cada uno de nosotros debemos meditar, y el cine es un lugar para hacerlo. No hay respuestas, aquí, es una meditación, algo muy complejo, porque así es la naturaleza humana.

"Es una película muy poética, que sólo habla del amor y de la búsqueda de los humanos por ser amados. Es una obra sobre el poder del amor que se ha perdido y que de esta manera entra en una violencia total. La gente siempre mata por amor, y es exactamente lo que la protagonista hace, pues está enajenada por Dios. También es una película sobre la superstición y cómo ésta puede llevar a la gente a volverse demente.

"El único verdadero amor es el amor humano. La religión es un teatro. Creer en Dios es algo arcaico. Actualmente tenemos que ir más allá de esta creencia. Lo que permanece actual es la vida espiritual, y podemos vivir de esta manera, fuera de Dios, amando al prójimo. Podemos tener una vida sacra fuera de Dios: muere el dios para renacer en el amor humano. Por eso, esta película es una metáfora sobre el amor, desde mi punto de vista", concluyó el realizador, quien también estuvo presente en la proyección de su segundo largometraje, La humanidad (1999), el miércoles 3 de marzo en la Cineteca.