Viernes 09 de Febrero de 2018
Salvador Aguirre compartió sus aprendizajes durante la producción de Amor en fin
Durante tres años, Salvador Aguirre trabajó en el guion de la película Amor en fin (2010), un proyecto que fue cambiando en el transcurso de su realización, pero que conservó siempre el mismo propósito: narrar la desigualdad de las clases sociales en México.
La cinta se proyectó durante el ciclo Conversando con nuestros cineastas, en la Sala 4 Arcady Boytler de la Cineteca Nacional, donde el realizador recordó cómo fue el proceso creativo y de producción de este proyecto inspirado en una obra del italiano Ettore Scola.
"Abordé el tema de una sociedad clasista de manera frontal. En nuestro país, las clases sociales coexisten, pero no conviven. Por tal motivo, las historias no se tocan, aunque existen elementos que por momentos las llegan a unificar, como la corrupción, el fútbol o las drogas", comentó el cineasta.
Protagonizada por Daniel Giménez Cacho, Adriana Barraza, Paola Núñez y Lilia Mendoza, la cinta cuenta tres historias en tres días; un mosaico de cómo se viven las relaciones de amor y de poder en distintos círculos sociales. El director destacó el trabajo de fotografía, a cargo de Guillermo Granillo, donde hay un constante juego de espejos y metáforas visuales para representar la vida de los personajes.
"Las películas son un trabajo de equipo. Es el director el que inventa y toma decisiones, pero rodeado de otros colaboradores. Guillermo le dedicó mucho tiempo a este proyecto, lo planeamos detalladamente: hay muchos movimientos de cámara para acompañar a los personajes. El uso de los espejos, que está presente en las tres historias, fue un recurso para reflexionar sobre verse y no reconocerse, pertenecer y no pertenecer".
Aguirre confesó que el título original de la cinta era Tres piezas de amor en un fin de semana, pero que a los productores no les terminó por convencer. Además, reconoció que el resultado de la película no lo tiene muy satisfecho, pero que fue una excelente etapa de aprendizaje. "Hay que hacer proyectos arriesgados, aunque uno se queme la mano; es mejor atreverse a nuevos retos que realizar el cine de las fórmulas convencionales", puntualizó.
"Aposté por el realismo, esconder la mano del narrador. Las situaciones son reales, las portadas de los periódicos son reales. Nos atrevimos a hacer cosas más arriesgadas que se salen de la fórmula, con el peligro de que no fuera una película perfecta. Vi escenas que me gustaron muchísimo y otras que, sin duda, las corregiría", comentó el realizador.
Para finalizar su última sesión dentro del ciclo Conversando con nuestros cineastas, Salvador Aguirre aprovechó para anticipar su próximo proyecto: un cortometraje, a manera de fábula, sobre la amistad en tiempos de confusión y de caos, donde el personaje principal es un perro que se hace amigo de una niña durante la Intervención Francesa, en el siglo XIX.